A veces, el talento viaja en silencio, entre líneas de código y vulnerabilidades ocultas.
Es el caso de Bernardo Viqueira, un joven vigués que ha logrado algo al alcance de muy pocos: ser el único gallego seleccionado para representar a España en el mundial de ciberseguridad ética, el Ambassador World Cup, que se celebrará del 1 al 4 de noviembre en Argentina.
En un entorno competitivo donde se premia el ingenio y la ética profesional, Bernardo —conocido en la red como @ickogz— forma parte del equipo español que buscará coronarse entre los mejores “hackers éticos” del mundo. Esta cita internacional está organizada por la prestigiosa plataforma HackerOne, que colabora con gigantes como PayPal, Yahoo, IBM o Nintendo.
Más que un campeonato tradicional, este torneo premia con recompensas económicas cada fallo de seguridad que los participantes logren descubrir en sistemas reales de empresas. “En las rondas previas hay quien ha llegado a ganar 60.000 euros. Yo he conseguido unos 7.000”, explica Bernardo, con la serenidad de quien disfruta aprendiendo sin perder el norte.
De las 29 selecciones iniciales, solo cuatro han alcanzado la recta final: España, Nepal, Francia e Israel. El trabajo es exigente y muy técnico, pero también lleno de emoción: “Tienes que ser el primero en reportar la vulnerabilidad. Todos compiten por lo mismo, y hay que adelantarse”, afirma.
Detrás de su éxito hay una trayectoria sólida y muchas horas de dedicación silenciosa. Viqueira fue elegido por los embajadores españoles Diego Jurado y Carlos Rivero, quienes valoraron su reputación en la comunidad y su capacidad para detectar fallos críticos en plataformas como Blablacar.
Aunque la semifinal comienza de forma remota el 16 de octubre, la emoción llegará con la fase presencial en Argentina. “En casa puedes dedicarle ocho horas, pero allí, en el cara a cara, puedes llegar a trabajar veinte”, nos cuenta.
El camino de Bernardo es un ejemplo inspirador de cómo la formación técnica, la curiosidad intelectual y la ética profesional pueden abrir puertas impensables. Y nos recuerda que, en un mundo digital, la excelencia también se mide en valores.
